Más allá de llegar cansada o alegre, simplemente espero una cara de bienvenida grata cuando llego a mi casa. A veces, como en todo hogar, los ánimos no son de los mejores y uno no obtiene esa bienvenida de las personas, pero siempre, siempre! Mi perro es quien mejor me recibe al llegar. Se para en la reja mostrando toda su pancita de peluche, y mueve su cola como si fuera la hélice de un helicóptero que va a salir volando a abrazarme. Lo acaricio, olfatea u babea mi mano, y solo con eso se da por pagado por haberme alegrado la llegada, cuando para mí su recibimiento es muchas veces insignificante, menos hoy.
Hoy llegué a mi casa y se apoyó en la reja más que rápido! Movió su cola con mayor velocidad, e incluso lloró porque no me acercaba a saludarlo. Hoy me di cuenta de lo importante que soy para él.
Fue mi regalo de Navidad del 2009. Llegó de un mes a la casa, pero se enfermó y tuve que devolvérselo a su mama por unos días. Cuando lo fui a buscar, lo abracé y le dije: "No te dejaré solito nunca más." Pareciera como si se acordara de esa frase cada vez que salgo! Llego a la casa y siento que cobra sentimientos porque no estuve. Voy al patio y lo primero que hace es una rueda en el suelo y tiritar como rogando cariño. Me lo comería a besos!
Agradezco enormemente cuando me reciben con tanto amor en la casa, pero creo que el afecto que me entrega mi perro a diario, llena mi corazón de una manera especial.
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